Poema XXVI Sin avisar se cerró la puerta sin tiempo para reaccionar, o retirar alguna maleta con un proyecto de utilidad; como si fuera una lengua muerta derrotada por posteridad o se tratase de una maqueta que no duplica el original. Y queda este libro sin cubierta (y) sin contenido por revelar, con indiscutible como incierta voluntad de encontrar un final. A no ser que esta dichosa puerta no sea más que una entre un millar, generándose más de una oferta (y) varias opciones por explorar.
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Poema XXVII Con esa boquita me pides que rece y deje la linde de mi porvenir, no sin reservas, en la mano que mece palabras o frases que están por decir. Con esa boquita me pides que empiece, tan pronto lo ordenes, cualquier acto hostil hacia quien ose sacarte de tus trece que es tentar a la suerte, ya de por sí. Con esa boquita me pides que aleje a veinte mil leguas, al menos, de ti los correveidiles y tejemanejes que tan bien podrían hacerte infeliz. Por esa boquita normal que yo anhele controlar impulso de tu frenesí, y ya si procede nutrirte de mieles bondades, lindezas que quieras oír.
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